Entrevista con Rodrigo Córdoba, presidente de la Asociación Psiquiátrica de América Latina.
Por María Isabel Rueda
Publicación eltiempo.com - 9 de diciembre de 2014
_________________________________________
¿Cuántos
psiquiatras vinieron al congreso de la Asociación Psiquiátrica de América
Latina, realizado hace unos días en Cartagena?
Tuvimos
un poco más de 2.000 psiquiatras de toda América Latina y de muchos lugares del
mundo.
¿Uno de
sus propósitos es, digamos, ‘sacar del clóset’ los problemas de salud mental?
Sí.
Generar un marco de política de salud mental en América Latina cada vez es más
necesario. Tradicionalmente, esos temas generan cierta actitud vergonzante.
Muchos países presentaron sus experiencias, y en eso Colombia es pionera,
porque, según los estudios que hemos hecho, 4 de cada 10 colombianos tienen
algún tipo de sintomatología de orden mental que incide sobre su calidad vida,
y no somos una excepción en América Latina.
¿Usted
cree que en eso ha habido apertura?
Nos
hemos transformado muy lentamente, pero aún no como lo requiere y lo exige la
sociedad. Uno de cada cinco colombianos, y es una cifra extrapolable a los
países de América Latina, tiene enfermedad depresiva, la ha tenido o puede
tenerla. Y son muy altas las cifras de personas que asumen esas crisis a “palo
seco”, es decir, se aguantan un sufrimiento, generando una grave pérdida de las
capacidades de funcionamiento. La depresión es, por ejemplo, la primera causa
de ausencia laboral en mujeres, y ese dato no es de los psiquiatras, es de la
Organización Internacional del Trabajo.
¿Cree que
en el ámbito laboral colombiano ese fenómeno comienza a ser comprendido y
adecuadamente atendido?
Lamentablemente,
no. Porque todos los fenómenos relacionados con lo mental tienden a ser
asociados con la voluntad. Pero esta es una enfermedad como cualquier otra, que
tiene equivalentes biológicos, situaciones ligadas a las características de
personalidad o a las expresiones psicológicas o a los fenómenos sociales, pero
la cura que se les recomienda a estas personas normalmente es: ponga de su
parte, haga algo por usted.
Todavía
no se entiende con claridad que una persona deprimida está realmente enferma...
Absolutamente.
Es tanto o más común que muchas de las enfermedades físicas; y no solo eso,
sino que coexisten con ellas. Por poner solo un ejemplo: durante mucho tiempo
creímos que la gente que sufría un infarto del miocardio se deprimía por eso.
Pero estudios muy rigurosos demuestran que las personas deprimidas tienen mayor
factor de riesgo de infartarse. Es decir, la depresión es un terreno abonado
para el origen de muchas enfermedades físicas.
Cuando
una persona sencillamente no se puede levantar de la cama, ¿cómo se distingue
entre si es depresión o es pereza?
Es
muy importante esa pregunta, porque sobre eso existe mucho tabú. Los fenómenos
emocionales que son derivados del cerebro nunca se han querido asociar con
enfermedades como tales, sino con problemas de fragilidad de la voluntad o de
la personalidad. Una persona en esas condiciones que le consulta a su médico es
porque se siente deprimida, tiene dificultades para concentrarse, tiene ideas
pesimistas, no está a la altura de su capacidad productiva, no está durmiendo bien,
no está comiendo bien, tiene una visión displacentera del mundo. Y si el médico
cree que tiene razones para darle una incapacidad laboral, recibe con
frecuencia la petición de que no diga que es por depresión, porque el paciente
teme la estigmatización laboral.
Además,
la enfermedad mental no es de fácil diagnóstico, y sobre su medicación hay
todavía a nivel mundial grandes controversias...
Me
parecieron muy valiosas y valientes las palabras del ministro de Salud,
Alejandro Gaviria, en el acto inaugural, donde dijo que los economistas y los
psiquiatras se parecen en un par de cosas: la primera, que no tienen claramente
definido el problema, siempre tienen una visión amorfa: los psiquiatras, de las
enfermedades mentales; y los economistas, de la economía. Las enfermedades
mentales de alguna manera todavía tocan linderos, peleamos con las
características de los diagnósticos. La segunda, que las transformaciones son
lentas, una depresión no se resuelve operándola como un cirujano y tampoco
pueden hacer eso los economistas frente a los grandes fenómenos de la economía.
¿Las
personas que han tenido depresiones son ‘distintas’?
De
ninguna manera. Hasta los psiquiatras nos deprimimos en estos procesos. Y en
esas circunstancias, no todos los seres humanos reaccionamos de igual manera.
Hay quienes lo aceptan e intentan salir solos, porque son resilientes, se
reconstruyen; otros buscan ayuda cuando la necesitan, y resuelven consultarnos.
Otros se quedan solos, tratando de pasar esa noche, tan oscura que se puede tornar
cada vez más oscura.
¿Cómo se
diagnostica una depresión?
Para
hacer un diagnóstico clínico usamos tres elementos: lo primero es que haya
habido un cambio en el funcionamiento previo. Lo segundo es que haya una
manifestación de los síntomas. Tristeza, disminución del gusto por las cosas de
la vida, pérdida o ganancia de peso exageradas, falta de concentración,
pesimismo, ideas como que la vida no tiene sentido, pero esto en una unidad de
tiempo. Porque todos los seres humanos tenemos días así; pero si esto dura más
de dos semanas o un mes, pues ya hay que pensar en una enfermedad. Lo tercero
es que esto confluya sobre el funcionamiento, es decir, que afecte su vida
personal, social, familiar y su productividad.
¿Qué
diferencia hay entre la depresión y la tristeza?
La
tristeza es un sentimiento consustancial a los seres humanos. Es decir, todos,
frente a situaciones de frustración, de duelo, aun muchas veces sin un origen
determinado –porque hay una relación muy directa con las hormonas,
especialmente en las mujeres– podemos sentir tristeza. La depresión es una
enfermedad, es un cuadro clínico que tiene duración en el tiempo, unos síntomas
característicos y un compromiso en el funcionamiento. Si la tristeza se vuelve
duradera, incapacitante, disfuncional, se está al frente de una enfermedad y no
de un sentimiento.
¿Qué está
haciendo el Gobierno frente al tema de la enfermedad mental?
Por
fortuna, creo que hay un despertar, una preocupación grande frente a la
problemática. En todos los temas de salud, necesariamente la salud mental es
una situación transversal. La Cuarta Encuesta Nacional de Salud Mental empieza
en enero, y no solo se quiere ver cuántas personas están afectadas –por
estudios anteriores sabemos que son 4 de cada 10–, sino cómo incide eso en sus vidas
y a su entorno.
La
conferencia inaugural del congreso de psiquiatras trató el tema de ‘la
bipolaridad y el poder’. ¿Para concluir qué?
Fue
una exposición muy interesante del profesor Nassir Ghaemi, en la que sostiene
que muchos líderes del mundo han tenido enfermedades mentales de diversa
naturaleza, como Roosevelt, Kennedy, Gandhi, Ted Turner (fundador de CNN), por
mencionarle unos ejemplos. Estos líderes tienen unas características muy
particulares, porque aparecen en épocas de crisis y son capaces de ver la luz
en la oscuridad. Pueden establecer el contraste. Son resilientes. Se
reconstruyen. De estos líderes rescata grandes cosas: por ejemplo, lo empático,
no como la necesidad de agradar, de atraer, sino de ser capaz de entender y ser
afectuoso con el otro que piensa distinto. Es capaz de encontrar una salida
nueva. Es realista, capaz de ver las cosas con su dolor y con el dolor de los
otros. Pero, a pesar de que grandes hombres como esos han sufrido de
enfermedades mentales, han hecho cosas históricas por la humanidad, lo cual
demuestra que la enfermedad mental no debe ser estigmatizada. Y una
característica muy interesante: esos líderes generan muchos seguidores, pero
más por el encanto de la persona que por el respaldo de sus ideologías.
¿Existe
la normalidad mental total?
La
normalidad mental es un intangible, pero es una medida estadística que se ha
intentado aplicar. Entonces, de alguna manera se arma un cajón donde,
supuestamente, allí cabría, porque es la medida que se repite con mayor
frecuencia. Quizás “normal” sea aquel capaz de leer las situaciones, de
transformarse, de entender el nuevo día, de buscar nuevas salidas, de buscar
nuevas alternativas, alguien capaz de trabajar, pero también de disfrutar, de
gozar, de tener la posibilidad de adaptarse al entorno en la medida en que se
mueve y es cambiante.
No lo
puedo despedir sin preguntarle por la controversia del momento. El uso de la
marihuana como alternativa medicinal... ¿Usted cree que eso es conveniente para
Colombia?
Se
lo digo categóricamente: la marihuana no es inocua. Pero también está claro que
no le hace daño de la misma manera a todo el mundo. En nuestra área especifica,
en las personas que tienen una enfermedad y la consumen, la marihuana
constituye un factor de riesgo, o para que aparezca o para que se aumenten la
intensidad y la severidad de la enfermedad mental.
¿Y cómo
va a controlar eso el Estado?
Pues
tendrá que identificar los riesgos y los beneficios. Los estudios de campo en
algunas patologías, en términos medicinales, muestran resultados importantes en
sensación de bienestar, alivio, disminución del dolor; esas personas
seguramente se van a ver beneficiadas; no todo el que consume desarrolla, entre
comillas, “un trastorno por abuso”. Pero hay un terreno abonado para otras
personas que, si ponen esa cerilla en ese combustible, desarrollarían un grave
riesgo de enfermedad mental. Por eso, lo mas benéfico es que sea el Estado el
que regule el consumo de cannabis. ¿Quién la produce, cómo se vende? Si es para
uso medicinal, tendrá que acompañarse con una orden médica.
La
marihuana es un producto natural, pero los psiquiatras están recetando químicos
antidepresivos. ¿Qué es mejor o peor? ¿O eso no es comparable?
Es
comparable en lo global. Toda sustancia que ponemos dentro del organismo cumple
una función. Entonces, si nos atenemos a la definición de los psicofármacos,
que son sustancias que modifican el nacer de la conducta, pues serían
comparables. Pero son sustancias absolutamente distintas. La cicuta también es
natural, pero letal. Igual, no a todo el mundo le recetamos antidepresivos
porque conllevan algunos riesgos. Un buen ejemplo es el alcohol: una copa de
vino o una cerveza pueden ser muy gratas. Pero hay personas que no se pueden
tomar un trago, o porque tienen situaciones psicológicas, molestias
hepáticas...
Entonces,
lo que usted quiere decir es que la marihuana no es inofensiva...
La
marihuana no es inofensiva, ojo, y su venta y consumo necesariamente tendrán
que ser regulados por el Estado.
MARÍA
ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO
No hay comentarios:
Publicar un comentario