Es difícil creer que alguien más, fuera de los estudiosos de la literatura moderna o los críticos pagados, hayan leído el poema dramático de W.H. Auden ''La edad de la ansiedad'' hasta el final, a pesar de que ganó el Premio Pulitzer en 1948, el año de su publicación. Es un trabajo difícil - alusivo, alegórico, a veces surrealista. Pero más que nada, es aburrido. Los personajes se encuentran, beben, hablan y caminan; luego beben, hablan y caminan un poco más. Lo hacen durante 138 páginas; a continuación, se van a casa.
Sin embargo, el título de Auden señala: la gente lo había hecho consciente. Desde el momento de su aparición, la frase se ha utilizado para caracterizar la conciencia de nuestra era, la conciencia de todo lo peligroso del mundo moderno: la degradación del medio ambiente, la energía nuclear, el fundamentalismo religioso, las amenazas a la privacidad y a la familia, las drogas, la pornografía, la violencia, el terrorismo. Desde 1990, ha aparecido este término en el título o subtítulo de al menos dos docenas de libros sobre temas que van desde la ciencia hasta la política, la crianza de los hijos, el sexo (''Sexo alucinante en el mundo real: consejos para hacerlo en la era de la ansiedad''). Como una pegatina en el parachoques del mundo occidental, la ''era de la ansiedad'' ha estado omnipresente durante más de seis décadas.
Pero, ¿es correcta? Yo, como alguien que ha luchado con la ansiedad crónica durante muchos años, tengo mis dudas. Por un lado, cuando se han soportado los agravios de la ansiedad durante un tiempo suficiente - uñas comidas y axilas empapadas en sudor, hiperventilación y ataques de pánico paralizantes - llamar al siglo XX ''la era de la ansiedad'' comienza a sonar parecido a llamar el 1siglo XVII ''la Era de la Migraña'': es lo metafórico que no tiene sentido.
Desde la perspectiva de una persona que sufre, la ansiedad es siempre y absolutamente personal. Es una experiencia: una coloración en la forma en que uno piensa, siente y actúa. Es un pequeño monstruo capaz de manejar esos trucos monótonos como el de paralizarlo mientras prepara la ensalada, convenciéndolo de que la elección entre el queso azul y la vinagreta es tan grave como la que existe entre la vida y la muerte. Cuando estás en la intimidad de algo tan monumentalmente subjetivo, es difícil pensar en términos de épocas.
Y sin embargo, es innegable que la nuestra es una época en la que un número enorme y creciente de personas sufren de ansiedad. Según el Instituto Nacional de Salud Mental, los trastornos de ansiedad afectan ya a un 18 por ciento de la población adulta de los Estados Unidos, o sea unos 40 millones de personas. En comparación, los trastornos del estado de ánimo - la depresión y la enfermedad bipolar, principalmente - afectan al 9,5 por ciento. Eso hace que la ansiedad sea la queja psiquiátrico más común por amplio margen, y por la cual estamos cada vez más medicados. Durante la primavera pasada, la firma de investigación de drogas IMS Health publicó su informe anual sobre el uso farmacéutico en los Estados Unidos. El alprazolam, medicamento contra la ansiedad - más conocido por su nombre comercial, Xanax - completó 46,3 millones de recetas en 2010. Ninguna otra droga psiquiátrica lo igualó entre las 25 primeras.
El hecho de que nuestra ansiedad está muy diagnosticado y medicada, sin embargo, no significa que estemos más ansiosos que nuestros antepasados. Podría significar simplemente que estamos mejor tratados - que somos, como individuos y como cultura, más conscientes de la tendencia de la mente a salirse de control.
En épocas anteriores la gente puede haber estado aún más nerviosa que en la nuestra. La Europa del siglo XIV, por ejemplo, experimentó hambrunas devastadoras, olas de saqueos mercenarios, revueltas campesinas, agitación religiosa y una plaga que acabó casi con la mitad de la población en cuatro años. La evidencia sugiere que todo esto dio lugar a convulsiones masivas de ansiedad, un período de tormento psíquico en el que, como un historiador ha dicho, ''cuanto más se sabía, menos sentido tenía el mundo''. Tampoco la presencia monolítica de la Iglesia ayudaba necesariamente; incluso podría haber empeorado las cosas. Una firme creencia en Dios y en el cielo era casi universal, pero también lo era una creencia firme en sus opuestos: el diablo y el infierno. Y nunca se podía estar seguro de la dirección a la que uno se dirigía.
Es difícil imaginar que la ansiedad que tenemos esté siquiera cerca de algo tan extremo como en el pasado. Sin embargo, hay un aspecto de la ansiedad que claramente tenemos más de que nunca: la auto-conciencia. Los habitantes de épocas pasadas pueden haber sido sacudido por los nervios, pero ninguno de la manera en que nos obsesiona ahora. De hecho, la ansiedad no se consideraba una enfermedad. La ansiedad no surgió como un concepto psiquiátrico coherente hasta principios del siglo XX, cuando Freud lo destacó como ''el punto crucial en el cual las preguntas más diversas e importantes convergen, un enigma cuya solución estaría obligada a lanzar un torrente de luz sobre el conjunto de nuestra existencia mental.''
Después de eso, el número de pensadores y artistas que trataron de resolver este enigma aumentó exponencialmente. Para 1977, el psicoanalista Rollo May la señalando en una cantidad de trabajos, libros y estudios sobre el tema. ''La ansiedad'', escribió, ''ha salido sin duda de la penumbra del consultorio profesional a la brillante luz del mercado.''
Nada de esto quiere decir que la nuestra sea una era serena. Obvio que no lo es. Sin embargo, no debemos ser posesivos con nuestras incertidumbres, ante todo porque una de las características dominantes de la ansiedad es su recursividad. La ansiedad comienza con una sola preocupación, y cuanto más se concentre uno en esa preocupación, más poderosa se vuelve, y uno se preocupa más en esa medida. Una de las mejores cosas que uno puede hacer es aprender a dejarla ir: quitarle por completo poder a la preocupación. Si empiezas a creer que la ansiedad es una conclusión inevitable - si comienzas a creer lo que dicen sobre los tiempos en que vivimos - entonces corres el riesgo de renunciar a la batalla, antes de haberla iniciado.