Sobre este Blog

Buena parte de los pacientes que nos llegan a los analistas junguianos, psicoanalistas, psicólogos, psiquiatras y médicos, padecen de depresión. No es raro que esto suceda si se tiene en cuenta que unos 350 millones de personas sufren de esta enfermedad en el mundo. La depresión reduce la capacidad de las personas para enfrentar los retos de la cotidianidad, y ocasiona el deterioro de las relaciones familiares, laborales y sociales. Dentro de las causas para desencadenarla se combinan múltiples factores: genéticos, biológicos, psicológicos y sociales. También pueden contribuir a gestarla situaciones difíciles de la vida, como los duelos de todo tipo, el desempleo, el abuso temprano, los conflictos familiares. Los tratamientos que se recomiendan son igualmente variados, desde modificaciones en el estilo de vida para los casos más leves, hasta los psicoanálisis (no sólo junguianos), psicoterapias y medicamentos, en casos más severos. A pesar de lo anterior, se trata aún de una enfermedad muy poco conocida. Este blog intenta contribuir a divulgar información sobre ella, desde todos los enfoques; pensamos que una crisis mundial como esta necesita de todo tipo de miradas. Hasta la de humor...

lunes, 24 de agosto de 2020

Coronavirus, ansiedad y depresión: 8 testimonios del impacto de la pandemia

 Revista Semana - 6/21/2020

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Para muchos expertos la próxima epidemia puede llegar por cuenta de las secuelas de la covid-19 en la salud mental debido al encierro, la incertidumbre y el miedo. Tras cien días de aislamiento, SEMANA recopiló historias de su efecto psicológico en los colombianos.

Coronavirus, ansiedad y depresión: el impacto de la salud mental en la pandemia  Según el Estudio Nacional de Salud Mental hecho en 2015, alrededor del 40 por ciento de la población ya tenía algún síntoma mental, antes de la cuarentena.

Tres meses después de la llegada de la pandemia, el país enfrenta otra crisis silenciosa: la de salud mental. Uno tras otro, los estudios reportan un aumento de síntomas como depresión, ansiedad, insomnio y abuso de sustancias psicoactivas. No solo por la amenaza del virus, sino por el aislamiento social, la pérdida de la estabilidad económica y la incertidumbre, la inseparable compañera en este tiempo.

Según el Estudio Nacional de Salud Mental hecho en 2015, alrededor del 40 por ciento de la población ya tenía algún síntoma mental, una cifra alta para cualquier país, pero no extraña para Colombia, dadas las condiciones de violencia. Eso no significa que las personas tuvieran trastornos mentales, sino algún síntoma de ellos: tristeza, angustia, problemas de sueño, entre otros.

Tras 15 días de encierro, un estudio hecho por Profamilia con una muestra de 3.500 colombianos reportó que la nueva vida empeoró esos índices. “Más del 60 por ciento había tenido problemas de ansiedad y sentía que perdía el control de su vida”, dice Juan Carlos Rivillas, director de investigación de la entidad. Incluso los que han logrado adaptarse a las medidas preventivas reportaron problemas de sueño, ansiedad y depresión. De esos, un grupo conformado en su mayoría por mujeres amas de casa menores de 39 años reportaron ansiedad, depresión, ira y desmotivación. “Sufren, pero son las que más cumplen las medidas de la cuarentena”, explica.

Este estrés tiene causas muy variadas y, sobre todo, simultáneas: la gente siente la amenaza física a la salud y la estrechez financiera, pero también el distanciamiento social “que influye en que no podemos compartir esas angustias con los demás”, dice el psiquiatra y psicoanalista Ariel Alarcón. A pesar de las soluciones tecnológicas para conectar a la gente, el experto cree que no son suficientes. “Somos mamíferos que necesitamos vivazir en manada para regularnos emocionalmente, sentirnos protegidos y seguros, y esos códigos no son verbales”, agrega.

No poder reunirse genera ansiedad y trauma psicológico por la prolongada exposición a la amenaza. “Si fuera rápido pasa y ya, pero ya llevamos más de tres meses”. De ahí que los expertos en el mundo digan que la próxima pandemia, cuando la de covid-19 se resuelva, será la de salud mental.

Las teleconsultas de los psiquiatras han aumentado y según Nubia Bautista, funcionaria del Ministerio de Salud, hubo un incremento del 30 por ciento frente al año pasado en las líneas de atención en los territorios. En la destinada a la salud mental ya han recibido 4.600 solicitudes por motivo de la pandemia, de las cuales el 60 por ciento es de mujeres de entre 20 y 54 años. Consultan primordialmente por ansiedad y depresión. “Los más vulnerables tienen mayores privaciones económicas y sociales”, dice. Estos problemas vienen unidos a un aumento de violencia intrafamiliar contra niños y mujeres.

Cuatro grupos han resultado más afectados, según un estudio hecho por expertos italianos y franceses. Encabezan la lista las personas que han estado directamente en contacto con el virus, como los que tuvieron que pasar 15 días en una unidad de cuidados intensivos, pero también los médicos y el personal de salud, que tienen una de las profesiones más estresantes incluso en tiempos normales. Ejercerla en medio de una pandemia ha resultado en una carga adicional.

María, una enfermera de un hospital en Medellín, no descansa ni al dormir. Cuando logra conciliar el sueño tiene pesadillas con esta enfermedad, que ya ha matado en Colombia a más de 1.726 personas y en el mundo a más de 433.000. Pero también sufre de insomnio por la incertidumbre de cuándo terminará la crisis o ante la temible llegada del pico de la epidemia. “Me pregunto qué pasará cuando no seamos capaces de hacer más. Qué vamos a hacer cuando no podamos atender más gente”.

Muchos de ellos han sucumbido a la covid-19 por la constante exposición al virus en las unidades de cuidados intensivos (ucis), como confirma el intensivista José Buelvas. “El miedo es que en cualquier momento podríamos estar del otro lado. Hoy tengo con respiradores a colegas que trabajaron conmigo en la unidad de cuidados intensivos hasta hace unos días. Lo dieron todo para sacar a sus pacientes y hoy están intubados y tengo que atenderlos yo”.

Los segundos más afectados, según el estudio, son las personas que ya tenían un diagnóstico en salud mental o que biológicamente tienen más propensión a sufrir estos síntomas. Y por último, el estudio considera a quienes siguen a diario las noticias de la covid-19 por todos los canales mediáticos, que han visto sus trastornos mentales exacerbados. El resto de la población, como muestran los estudios, también presenta un aumento de algún síntoma mental. “Todos estamos estresados de alguna manera”, dice Hernando Santamaría, psiquiatra e investigador de la Universidad Javeriana.

Lo anterior cabe en lo que se espera en situaciones traumáticas como desastres naturales, tema estudiado ampliamente desde la perspectiva de la salud mental. Un estudio con 230 cuidadores de la salud durante la pandemia de SARS en 2003 mostró que 89 por ciento de los que tenían gran riesgo de contagiarse presentaban síntomas mentales negativos. Otro mostró que el miedo relacionado con el contagio del SARS se correlacionaba con los síntomas del síndrome de estrés postraumático.

El efecto ha aparecido en todo el mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, la Fundación Kaiser señala en un estudio que la mitad de la gente siente que su salud mental está alterada. Y así como ha pasado en Colombia, las líneas de atención están saturadas por el estrés emocional de la gente. Algunos estudios muestran que en tiempos de turbulencia económica aumentan los suicidios y el consumo de sustancias psicoactivas. Uno de 2007 sobre la salud mental y la gran depresión de 1929 encontró que por cada punto de incremento en la tasa de desempleo aumentaba en 1,6 por ciento la tasa de suicidios.

Muchos sienten los síntomas mentales de la pandemia, pero este efecto podría ser transitorio para la mayoría. Eso cree Santamaría, quien predice que subirán 20 por ciento los síntomas, pero que la proporción del trastorno mental como tal será apenas de 3 por ciento, algo no despreciable. Para él la pandemia no es estática y si en los primeros días hubo más angustia, incertidumbre y más dificultades para comprender lo que pasa, el tiempo que ha transcurrido ha ayudado a la gente a aceptar los cambios. Por eso no hay que desestimar la capacidad de las personas para adaptarse. “Cuando las cosas están peor la gente se inventa más recursos para resolver problemas, otros para ayudarse y otros para generar nuevos cambios. Se adaptan angustiados, pero se adaptan”.

Según lo que sucede en emergencias y desastres, Nubia Bautista cree que 5 por ciento de la población quedará afectada permanentemente. “Redundará en muertes por suicido y en mayor prevalencia de problemas mentales y consumo de sustancias psicoactivas”, dice. Sin embargo, aclara que esta no es una emergencia común y nadie sabe hasta cuándo se va a prolongar.

Eso mismo piensan otros especialistas, para quienes la pandemia representa un trauma sin precedentes en la historia reciente. Los terremotos y los tsunamis son localizados y la gente sabe que puede escapar si tiene la posibilidad de hacerlo. Y las guerras también son crisis largas, pero el enemigo se reconoce, mientras que con la pandemia cualquier ser humano, hasta un familiar, es una amenaza. Así “no se sabe cómo se vivirá”, dice Alarcón. Sugiere que solo se parece a la experiencia de los secuestrados, aislados de todo contacto social. Eso le da pie para decir que va a haber mucha ansiedad social y miedo a salir por temor a contagiarse o a volver a hacerlo. “Cualquier situación social o de aislamiento podría desencadenar síntomas de estrés postraumático”, dice.

Preocupa la perspectiva de que no se resuelva y que los problemas se vuelvan crónicos. Además, a pesar de los esfuerzos del Gobierno muchos temen que el país, con la escasez de psiquiatras y psicólogos, no se encuentre preparado para atender una crisis de esta magnitud. “Estos profesionales fueron excluidos de los paquetes de ayuda del Ministerio de Salud porque no los consideran profesionales de primera línea”, dice Alarcón. Si las cosas siguen así, mucha gente quedará sin atención.

Ante esa realidad solo sirve en este momento poner en práctica estrategias preventivas. De todas –meditar, comer bien, hacer ejercicio y tener rutinas–, la más importante parece ser la conciencia empática, que Alarcón define como entender el sufrimiento del otro en lugar de causárselo. “Es la capacidad de darse cuenta de las emociones propias y de las del otro y establecer un diálogo que satisfagan a ambos”. 

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“Cansado del hp zoom”

Alejandro Gaviria, 53 años. Académico. Bogotá

“Hace un mes largo, después de una audiencia virtual en el Congreso (mi quinta reunión del día), subí una foto a Instagram. Aparecía malencarado, mirando hacia la pantalla y con una expresión a mitad de camino entre el desespero y la resignación, iba acompañada de una breve leyenda, ‘cansado del hpta Zoom’. Recibí cientos de mensajes, la mayoría de jóvenes agobiados por el encierro, la soledad y las viejas y nuevas responsabilidades. Me di cuenta, entonces, de que la paciencia colectiva estaba agotándose, que un encierro de muchas semanas nos afecta a todos de muchas maneras.

No me puedo quejar. He vivido el encierro sin penurias. Trabajo muchas horas, eso sí. La vida laboral y la vida doméstica, que antes tenían fronteras definidas, están ahora mezcladas de día y de noche. Uno ya no sabe cuándo está trabajando y cuándo descansando, que es otra forma de decir que uno nunca está descansando. Todos los días son iguales: de la pantalla a la cama y viceversa. En mi caso, pasear el perro se ha convertido en una especie de terapia diaria.

Casi todos quienes hemos sufrido una enfermedad seria nos convertimos en hipocondriacos. Tememos lo peor. Sabemos, por experiencia propia, que la salud es un equilibrio precario. Pasé los primeros días del encierro con una ansiedad permanente. Temía contagiarme. Leí obsesivamente los artículos médicos sobre los factores de riesgo. Conocía los síntomas uno a uno con obsesión clínica. Pero todo eso ha ido pasando. Salvo por un ganglio inflamado que me hizo temer una recaída del cáncer, no he vuelto a sentir ansiedad. Puede ser simplemente una forma de adaptación.

Desde hace años sufro de un insomnio crónico que tiene sus picos agudos. Los primeros días del encierro dormí mejor, paradójicamente. No tenía que madrugar y eso me ayudó. Pero he vuelto a dormir regular. Trato de hacer ejercicio, pero no es suficiente. La sobredosis de pantalla y los cientos de mensajes sin responder, creo, me han vuelto a quitar el sueño. Tengo varios amigos psiquiatras. Me gusta hablar con ellos. Sus advertencias sobre los problemas de salud mental derivados del encierro no pueden ignorarse. La vida social es parte esencial de la vida. Si la perdemos, vamos perdiéndolo todo, poco a poco”.

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“Ya no quiero más de esto”

Alexander, 40 años. Periodista. Bogotá.

“Un domingo me levanté con dolor de estómago y tuve que ir al hospital. Después de mucha incertidumbre me mandaron a cirugía por una peritonitis. Mientras me operaban, me hicieron la prueba de covid y di positivo, entonces terminé en una uci especial. Cuando desperté tenía sondas y tubos en la boca. El dolor era inimaginable y quería gritar, pero no podía hablar. Era como una película de terror. Enojado, miraba al pedacito de ventana que tenía y me preguntaba por qué estaba ahí. Hoy veo que era el precio a pagar por vivir, porque la lógica era que hubiera muerto. Recuerdo un día que me dio un dolor terrible en la parte baja del estómago. Gritaba ‘¡ayuda!, ¡no puedo más!’, pero los médicos y enfermeras tenían tanta gente que solo podían pasar cada tres o cuatro horas. Alcancé a pensar locuras: veía el cable de llamar al enfermero y pensaba ‘me quiero ahorcar, ya no quiero más de esto’. Pero todo fue pasando y ahora, por fin, estoy en otro lugar del hospital, en donde las cosas siguen difíciles, pero son a otro precio”.

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“He llorado a Diario”

Fernanda, 27 años. literata. Bogotá.

“He sufrido de ataques de pánico desde hace años. En enero mis niveles de ansiedad empezaron a subir con el brote en China y desde que llegó acá he tenido tres ataques de pánico. Uno fue tras una noticia falsa que decía que una mujer con covid se había desmayado cerca del almacén de mis papás. Me dio una sensación de ahogo, no podía respirar, sentía la tráquea cerrarse. Llamé a mi mamá y le pedí que cerrara la puerta, pero ella dice que le gritaba y decía cosas sin sentido. El segundo pasó a los dos días en un supermercado cuando alguien me tocó el hombro. Tuve que salir a llorar y a tratar de respirar. El tercero fue el peor. En el edificio decidieron limpiar los tanques y no avisaron. Cuando fui a lavarme las manos, no había agua. Ahí perdí el sentido: bajé a la recepción a preguntar qué pasaba y me dijeron ‘ya volverá’. Yo solo quería lavarme las manos, pero no podía. Después de eso lloro a diario. No salí a la calle hasta un mes y medio después. La primera vez que lo hice, regresé a casa temblando

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“El miedo me acompaña”

José Buelvas, 43 años. Médico. Barranquilla.

“Todos los días estamos viendo pacientes con covid, tenemos que cumplir protocolos estrictos y está la angustia de no cometer una falla que pueda afectar a terceros. Pero también está el miedo a contagiarnos. Sabemos que estamos expuestos al virus más que nadie y que en cualquier momento podríamos estar del otro lado. Pensar que puedo terminar ahí genera mucho miedo; pero no hay tiempo de analizar todo porque hay mucho en juego. Nos protegemos como podemos y entramos a las salas a dar la batalla. En mi caso, el miedo se hizo más evidente por amenazas que recibí. Mi hija está sufriendo mucho; entró en estado de pánico. Yo trato de darle tranquilidad, pero no es fácil cuando la vida nos cambió de un día para otro. Ahora tenemos que movilizarnos con escolta y esperar a que toda esta pesadilla pase. La gente debe entender que los médicos no somos sus enemigos. No estamos en un proceso mecánico en el que no nos importan los pacientes. Tampoco nos lucramos de esta tragedia como muchos piensan. Somos seres humanos y la sociedad no puede sumarnos otro miedo más a todos los que ya tenemos”.

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“Así no vale la pena vivir”

Leonardo, 45 aÑos. Ingeniero. Bogotá.

“La primera sensación fue de angustia y estrés por el trabajo. Tanto, que un día me metí debajo de las cobijas por dos horas y no salí aunque el celular y el computador no dejaban de sonar. Luego vino la preocupación de no volver a ver a mis papás vivos. Ellos tienen más de 80 años, comorbilidades y no los veo hace meses porque están en Cali y yo en Bogotá. La comida y la bebida han sido mis escapes. Los primeros días tomaba una cerveza, pero desde hace algunas semanas tengo una botella de whisky a diario al lado del computador. El trago me ayuda a dormir, me hace sentir eufórico, pero al día siguiente la carga emocional y física es muy fuerte. Lo que menos me preocupa es que me dé covid. Mi mayor angustia es la ‘nueva normalidad’. Cuando alguien habla de eso no le veo sentido. A mí no me interesa vivir así. Creo que una sociedad así no tiene futuro y eso me lleva a pensamientos existencialistas. Veo mucha desesperanza y creo que el costo mental será altísimo. Hoy le temo al fin de semana porque no hablo con nadie y me siento más solo que nunca”.

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“Me daba miedo salir”

Gonzalo, 40 años. Taxista. Bucaramanga.

“Antes de la cuarentena trabajaba con aplicaciones de carro, pero como las bloquearon empecé a manejar taxi. Eso me hacía vivir muy estresado, porque a veces tocaba hacer colectivo y siempre tenía miedo de que los policías me sacaran un comparendo. Además, las personas en el taxi solo hablaban del virus y todo eso se fue acumulando hasta que el cuerpo reaccionó de forma brusca. Me daba miedo salir, sentía palpitaciones, sudaba, tenía una presión en el pecho y sentía que en cualquier momento me iba a desmayar. “Fui a la clínica, me hicieron varios exámenes, descartaron una enfermedad cardiaca, pero me dijeron que era una crisis de ansiedad. Duré una semana incapacitado. Me recetaron medicamentos, pero la verdad decidí no tomarlos. Como siempre he sido muy deportista, empecé a hacer ejercicio y a llevar una vida más tranquila. También llamé a la Línea Amiga del Hospital Psiquiátrico San Camilo, me atendió una psicóloga, me dijo que hiciera ejercicios de respiración y activación para tratar el estrés. Antes no podía dormir, me tocaba con pastillas o gotas de valeriana. Ahora duermo más tranquilo, los síntomas han desaparecido poco a poco”.

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"Me sentía atrapado en un círculo vicioso"

Santiago, 25 años. Periodista. Bogotá. 

"Desde hace tiempo tengo cuadros de depresión. Subo y bajo con facilidad. Antes de la cuarentena tuve uno. No tenía trabajo y mientras el mundo parecía tan feliz afuera, yo en cambio, estaba en mi casa encerrado. Fueron tantos días que ni siquiera recuerdo el número. Tal vez ocho o quince. Pero luego encontré trabajo y mi estado de ánimo se niveló. Lo curioso es que en la cuarentena he sentido más ansiedad que depresión. Al principio todo el tiempo me preguntaba hasta cuándo duraría la cuarentena. Estaba encerrado en mi casa, ese lugar que debería hacerme sentir seguro, pero para mí no lo era. Y eso se mezclaba con el miedo de volver salir. Me sentía atrapado en un círculo vicioso. Debido a eso empecé a tomar más alcohol de lo normal. Cada semana me compraba una botella de whisky y con los días el número empezó a subir. A veces era una, luego dos, hasta que en un punto me prendía a diario. Salía a fumar al balcón y se me iban las luces. Estaba en una crisis extraña, Entre beber, fumar marihuana y tomar fluoxetina (un antidepresivo suave) me daba la sensación de que todo el tiempo estaba flotando. Empecé a mezclar todo y fue un grave error. Hoy sigo tomando con frecuencia pero le he bajado. Ya no me siento en ese círculo vicioso porque salgo más de la cuenta. Además empecé a hacer fotos y a escribir para canalizar esa ansiedad. Ya siento que lo pude controlar".

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Cómo prevenir

Según los psicólogos, en el transcurso de la pandemia casi todos experimentarán una alteración en su salud mental. La mayoría, sin embargo, serán pasajeras. Aquí algunos consejos para evitar secuelas a largo plazo.

- Hable de cómo se siente: ayudará a liberar la tensión y a ponerse en el lugar del otro.

- Mantenga una rutina: ocupará su mente y le hará sentir que tiene control de su vida.

- Fortalezca su red de apoyo: las llamadas constantes con amigos y familia reducirán el impacto de la soledad.

- Coma sanamente: estudios han vinculado la comida chatarra con más riesgo de depresión.

- Haga ejercicio: libera endorfinas, ayuda a la concentración y mejora el humor y la memoria.

- Evite los excesos: comer y beber de más solo dan un alivio pasajero. A largo plazo pueden generar hábitos difíciles de dejar.

- Descanse: el encierro cambió la forma de trabajar, pero es importante encontrar espacios para desconectarse.

- Busque ayuda: si presenta síntomas permanentes como insomnio o falta de apetito o motivación es tiempo de consultar a un experto.

jueves, 7 de noviembre de 2019

Depresión, el trastorno que está consumiendo las vidas de bogotanos

Por: Redacción Bogotá - Diario El Tiempo. 06 de noviembre 2019 , 10:46 p.m.
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“La ciudad me agobia. Me levanto de buen ánimo, con muchos proyectos en la cabeza, pero luego ver que el tráfico consume lo mejor de mi día, que me hace pelear con mi pareja, que acaba mi energía, me siento triste y ese sentimiento es cada día más intenso”.

“Me siento frustrado, triste. Estoy harto del sistema educativo. Estudio Derecho, pero las dificultades son muy grandes. Por más que estudio, no logro sacar una nota excelente en los exámenes. La presión es muy grande, siento que los otros son mejores que yo”.

“Todo el tiempo estoy proyectando cosas para mi vida, planeando, escribiendo listas de cosas que hacer. La ansiedad me consume. Lo más triste es que la adrenalina me hace sentir bien mientras concreto las cosas, pero luego de que las logro, eso no me produce felicidad; es como un estado sin sentimientos, plano”.

“Mis papás son muy exitosos, pero solo se la pasan trabajando, incluso los fines de semana, salen temprano y llegan tarde. La única distracción que tengo en la casa son los juegos de video. Lo tengo todo, pero me siento solo. No sé qué hacer. Tengo episodios de pánico inexplicables”.

Y así son incontables las manifestaciones que EL TIEMPO encontró en redes sociales, en institutos de terapia psicológica, en páginas universitarias de personas que contando sus casos piden a gritos que alguien las escuche porque la depresión está consumiendo sus vidas.

Según cifras de la Secretaría de Salud solicitadas por este diario, solo durante el año 2018 fueron diagnosticados en Bogotá 92.035 casos de depresión, y en lo que ha corrido de este año hasta el mes de agosto, ya van 34.909.


Casos de depresión por localidades


Los expertos de la entidad explican que la depresión clínica es un trastorno del estado anímico, en el cual los sentimientos de tristeza, pérdida, ira o frustración interfieren con la vida cotidiana durante semanas, y en los peores casos durante años.

Y ya hay estudios que apuntan a que el caos de la ciudad es un detonante para que más personas terminen padeciendo esta enfermedad. Un estudio de la Universidad de los Andes realizado en 11 ciudades de América Latina reveló que los trancones están asociados a síntomas depresivos. En Bogotá, por ejemplo, 36 % de los encuestados presentaron alteraciones y efectos negativos en su salud mental.

Otros estudios dan cuenta de que los discursos negativos, cada vez más recurrentes en el ámbito social urbano, también están relacionados con este trastorno.

Este año, el Servicio de Atención Psicológica (SAP) de la Universidad Nacional detectó que las narraciones de personas con síntomas depresivos se caracterizan por el uso de términos negativos, pesimistas y destructivos para referirse a sí mismos, lo que genera una identidad basada en conceptos desfavorables.

“Las personas deprimidas se narran y se construyen con palabras como culpa, tristeza, odio, rabia, ansiedad, soledad; a diferencia de las personas que no están en una etapa de depresión, quienes expresan un lenguaje más amplio y se refieren a sí mismas con términos positivos o neutrales”, explicó la psicóloga Zaseth Cristina Arias, estudiante de la maestría en Psicología Clínica de la Unal, quien relacionó las narrativas de los pacientes con problemas psicológicos asociados con la depresión.

La situación es alarmante en varias localidades, pero las que más casos registran son Kennedy, Usaquén y Teusaquillo. Según el análisis de la SDS, son varias las causas de esta situación. Entre los factores genéticos está la presencia de antecedentes de depresión en el ámbito familiar, factores fisiológicos relacionados con un descenso de los niveles de serotonina a nivel de uniones neuronales, así como por enfermedades relacionadas con alteraciones endocrinas y factores ambientales como el estrés y la ansiedad en los ámbitos laborales y familiares.

Lo más alarmante es que los casos críticos no tratados terminan en muchas ocasiones en suicidios consumados. Según cifras del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, entre el 2016 y el 2018 se han registrado en Bogotá 1.090 de estos hechos: 136 en Kennedy, 120 en Suba, 111 en Ciudad Bolívar, agrupan el 33,7 por ciento de los casos que se reportaron en ese lapso.

¿Qué está haciendo el Distrito?

Cuando se le preguntó al Distrito qué estaba haciendo para atender esta problemática de manera asertiva, respondió que todos los enfermos tienen derecho a la Ruta Integral de Atención para Problemas y Trastornos Mentales y Epilepsia, una estrategia de carácter preventivo y de atención integral que busca garantizar los servicios a los ciudadanos.

La intención es reducir la morbilidad y la mortalidad por dichas causas.

Esta ruta comprende el diagnóstico, el tratamiento, la rehabilitación y la paliación, a través de servicios ambulatorios, internación parcial, urgencias y hospitalización, y según afirmaron, a cargo están especialistas en psiquiatría, psicología, psicología clínica y de la salud, enfermería, trabajo social, terapia ocupacional, terapia de lenguaje y fisioterapia.

También, aseguran, hay gestores que visitan los hogares para identificar riesgos en salud mental. Se realiza la valoración por medicina general y se define si el usuario requiere de la atención especializada con profesionales en trabajo social, terapia ocupacional, psicología o psiquiatría.

Con esta estrategia se ha logrado 117.839 personas tamizadas en los hogares, 12.218 personas inscritas en la ruta y 2.620 personas con atención integral. A su vez, mediante el Sistema de Vigilancia Epidemiológica de la Conducta Suicida (Sisvecos) de la Secretaría de Salud, durante 2018 se identificaron 12.640 casos de conducta suicida. Se canalizaron 524 casos para continuar con seguimiento en el hogar y 5.823 casos se encaminaron a los servicios de salud. La estrategia ha funcionado, pero hace falta que toda la sociedad en su conjunto atienda esta situación como lo que es: un problema de salud pública.

martes, 8 de octubre de 2019

La Depresión según la OMS

Por: Organización Mundial de la Salud - Tomado de la Web de la OMS | 22 de marzo de 2018
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Datos y cifras
  • La depresión es un trastorno mental frecuente. Se calcula que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo.
  • La depresión es la principal causa mundial de discapacidad y contribuye de forma muy importante a la carga mundial general de morbilidad.
  • La depresión afecta más a la mujer que al hombre.
  • En el peor de los casos, la depresión puede llevar al suicidio.
  • Hay tratamientos eficaces para la depresión.

Generalidades

La depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo, y se calcula que afecta a más de 300  millones de personas. La depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana. Puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave, y puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y familiares. En el peor de los casos puede llevar al suicidio. Cada año se suicidan cerca de 800 000 personas, y el suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años.

Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de los afectados en todo el mundo (y más del 90% en muchos países) no recibe esos tratamientos. Entre los obstáculos a una atención eficaz se encuentran la falta de recursos y de personal sanitario capacitados, además de la estigmatización de los trastornos mentales y la evaluación clínica inexacta. Otra barrera para la atención eficaz es la evaluación errónea. En países de todo tipo de ingresos, las personas con depresión a menudo no son correctamente diagnosticadas, mientras que otras que en realidad no la padecen son a menudo diagnosticadas erróneamente y tratadas con antidepresivos.

La carga mundial de depresión y de otros trastornos mentales está en aumento. En una resolución de la Asamblea Mundial de la Salud adoptada en mayo de 2013 se abogó por una respuesta integral y coordinada de los países al problema de los trastornos mentales.


Tipos y síntomas

Dependiendo del número y de la intensidad de los síntomas, los episodios depresivos pueden clasificarse como leves, moderados o graves.

Una distinción fundamental es la establecida entre la depresión en personas con y sin antecedentes de episodios maníacos. Ambos tipos de depresión pueden ser crónicos y recidivantes, especialmente cuando no se tratan.

Trastorno depresivo recurrente: como su nombre indica, se caracteriza por repetidos episodios de depresión. Durante estos episodios, hay estado de ánimo deprimido, pérdida de interés y de la capacidad de disfrutar, y reducción de la energía que produce una disminución de la actividad, todo ello durante un mínimo de dos semanas. Muchas personas con depresión también padecen síntomas de ansiedad, alteraciones del sueño y del apetito, sentimientos de culpa y baja autoestima, dificultades de concentración e incluso síntomas sin explicación médica.

Dependiendo del número y de la intensidad de los síntomas, los episodios depresivos pueden clasificarse como leves, moderados o graves. Las personas con episodios depresivos leves tendrán alguna dificultad para seguir con sus actividades laborales y sociales habituales, aunque probablemente no las suspendan completamente. En cambio, durante un episodio depresivo grave es muy improbable que el paciente pueda mantener sus actividades sociales, laborales o domésticas si no es con grandes limitaciones.

Trastorno afectivo bipolar: este tipo de depresión consiste característicamente en episodios maníacos y depresivos separados por intervalos con un estado de ánimo normal. Los episodios maníacos cursan con estado de ánimo elevado o irritable, hiperactividad, logorrea, autoestima excesiva y disminución de la necesidad de dormir.

Factores contribuyentes y prevención

La depresión es el resultado de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y biológicos. Quienes han pasado por circunstancias vitales adversas (desempleo, luto, traumatismos psicológicos) tienen más probabilidades de sufrir depresión. A su vez, la depresión puede generar más estrés y disfunción, y empeorar la situación vital de la persona afectada y, por consiguiente, la propia depresión.

Hay relaciones entre la depresión y la salud física; así, por ejemplo, las enfermedades cardiovasculares pueden producir depresión, y viceversa.

Está demostrado que los programas de prevención reducen la depresión. Entre las estrategias comunitarias eficaces para prevenirla se encuentran los programas escolares para promover un modelo de pensamiento positivo entre los niños y adolescentes. Las intervenciones dirigidas a los padres de niños con problemas de conducta pueden reducir los síntomas depresivos de los padres y mejorar los resultados de sus hijos. Los programas de ejercicio para las personas mayores también pueden ser eficaces para prevenir la depresión.

Diagnóstico y tratamiento

Hay tratamientos eficaces para la depresión moderada y grave. Los profesionales sanitarios pueden ofrecer tratamientos psicológicos, como la activación conductual, la terapia cognitiva conductual y la psicoterapia interpersonal, o medicamentos antidepresivos, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y los antidepresivos tricíclicos. Los profesionales sanitarios deben tener presentes los posibles efectos adversos de los antidepresivos, las posibilidades de llevar a cabo uno u otro tipo de intervención (por disponibilidad de conocimientos técnicos o del tratamiento en cuestión) y las preferencias individuales. Entre los diferentes tratamientos psicológicos a tener en cuenta se encuentran los tratamientos psicológicos cara a cara, individuales o en grupo, dispensados por profesionales o por terapeutas legos supervisados.

Los tratamientos psicosociales también son eficaces en los casos de depresión leve.

Los antidepresivos pueden ser eficaces en la depresión moderada a grave, pero no son el tratamiento de elección en los casos leves, y no se deben utilizar para tratar la depresión en niños ni como tratamiento de primera línea en adolescentes, en los que hay que utilizarlos con cautela.

Respuesta de la OMS

La OMS, entre otras organizaciones, ha elaborado manuales sobre intervenciones psicológicas breves para tratar la depresión, que pueden ser utilizados por trabajadores no profesionales. Un ejemplo de ello es Enfrentando problemas plus (EP+), un manual que explica la utilización de la activación de la conducta, el entrenamiento en relajación, el tratamiento para la resolución de problemas y el fortalecimiento del apoyo social. Además, el manual Terapia de grupo interpersonal (TGI) para la depresión explica la manera de tratar este trastorno. Por último, el manual Pensamiento saludable se refiere a la utilización de la terapia cognitivo-conductual para tratar la depresión perinatal.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Estadísticas: Las 10 entradas más visitadas en 2 años


Por Juan Carlos Alonso, Administrador de este Blog
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En enero de 2018, 2 años después de haber comenzado este Blog de Todo sobre Depresión ofrezco a nuestros visitantes unas estadísticas acerca de las páginas más vistas en este período de tiempo:

1. La Terapia Psicoanalítica para el tratamiento de la depresión                     4925

2. Terapia Ocupacional y depresión: Reconstruyendo vidas                           2839

3. Medicación para la ansiedad: lo que usted necesita saber                        2424

4. Guía de Medicamentos en la Bipolaridad                                                     2297

5. Terapia de Conducta en la Depresión                                                            1652

6. Inventario de Depresión de Beck                                                                   1314

7. Psicoterapia Interpersonal y otras terapias en la Depresión                      1217

8. Enfoque junguiano de la depresión                                                             1194

9. Generalidades sobre la Depresión                                                                 1184

10. ¿Cómo experimentan la depresión distintas poblaciones?                     1149

domingo, 28 de mayo de 2017

"Depresión: hablemos", dice la OMS, mientras la depresión encabeza la lista de causas de enfermedad

Por:  Organización Mundial de la Salud OMS | 4 de abril de 2017
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Ginebra/Washington, 30 de marzo de 2017 (OMS/OPS)- Se estima que cerca de 50 millones de personas en la Región de las Américas viven con depresión, casi un 17% más que en 2005

La depresión es la principal causa de problemas de salud y discapacidad en todo el mundo. Según las últimas estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 300 millones de personas viven con depresión, un incremento de más del 18% entre 2005 y 2015. La falta de apoyo a las personas con trastornos mentales, junto con el miedo al estigma, impiden que muchos accedan al tratamiento que necesitan para vivir vidas saludables y productivas.

Las nuevas estimaciones se han publicado como anticipo previo al Día Mundial de la Salud el 7 de abril, el punto más alto de la campaña anual de la OMS "Depresión: hablemos". El objetivo general de la campaña es que cada vez más personas con depresión, en todo el mundo, busquen y obtengan ayuda.

La doctora Margaret Chan, directora general de la OMS, dijo: "Estas nuevas cifras son un llamado de atención a todos los países para que reconsideren sus enfoques sobre la salud mental y la traten con la urgencia que merece".

Entre deprimidos y felices

Por:  Editorial - Tomado de El Tiempo | 6 de marzo de 2017
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Ya es hora de levantar el velo a la depresión y ubicarla en su verdadera dimensión.

La depresión es hoy la enfermedad mental más común, tanto que su incidencia creciente –tiene a 322 millones de personas enfermas en el mundo– ha desplazado a otros trastornos más publicitados, como la ansiedad y el estrés; condiciones que, sumadas a las pérdidas ocasionadas por este mal, en términos de recursos y vida saludable, tienen en alerta a las autoridades sanitarias del planeta.

No en vano, los investigadores la califican de pandemia silenciosa y otros, más coloquiales, la llaman la ‘gripa psicológica’, dada su cotidiana presencia en todos los niveles de la sociedad. En Colombia, por ejemplo –según la Organización Mundial de la Salud, que acaba de publicar un inquietante informe al respecto–, 4,7 por ciento de la población convive con este diagnóstico. Unas décimas por encima del promedio mundial (4,4 por ciento), con lo cual nadie puede quedar tranquilo.