Sucede cada equis tiempo: un fármaco con aspiraciones emprende una campaña de márketing que deja a sus “compañeros” a la altura del betún.
El fármaco que nos ocupa se enfrenta nada más y nada menos que al todopoderoso Prozac. Y se nos presenta con una lista de indicaciones tan “sobradita” que la comunidad psiquiátrica se ha echado a temblar. “La nueva happy pill”, “la última arma para adelgazar con trampas y sin dieta”, “el único antidepresivo que no hace descender los niveles de libido”… En Estados Unidos, ya es el antidepresivo más prescrito. Así que váyase quedando con el nombre: Bupropion.
Lo primero que hay que hacer es eliminarle cualquier connotación de “nuevo”. El Bupropion fue sintetizado en el año 1969 por un laboratorio estadounidense, y se introdujo en el país en el año 1985. Su experiencia fue breve porque un año más tarde fue retirado del mercado al producirse una incidencia significativa de episodios convulsivos relacionados con su consumo. Hubo que esperar tres años para que la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA, en sus siglas en inglés) volviera a aprobarlo –solo para uso clínico y fijando una dosis máxima de 450 mg/día–. Estos datos los recuerda la doctora Remedios Gutiérrez, psiquiatra, endocrino y miembro fundador del CEAP (Centro de Estudios y Aplicación del Psicoanálisis).
En un principio, se comercializó bajo el nombre de Anfebutamona. El prefijo “anfe” se eliminó en el año 2000, cuando se rebautizó como Bupropion. El nombre es el genérico, el principio activo. “En las farmacias se encuentra comercializado bajo muy distintas marcas: Odranal, Wellbutrin, Zyban, Budeprion, Prexaton, Elontril, Aplenzin…”, señala la doctora.
¿Su mecanismo de acción? “Químicamente es una feniletilamina. Se considera que sus acciones desinhibitorias o estimulantes probablemente estén relacionadas con su similitud estructural con moléculas psicoestimulantes potentes como la metcatinona y la metanfetamina”, explica Remedios Gutiérrez. ¿Se le ha venido la serie Breaking Bad a la cabeza? Lógico.
Pero, aunque tenga en vilo a la comunidad científica por su posible "mal uso", no se trata de una droga. Sus únicas dos indicaciones aprobadas son el tratamiento de la depresión leve y el deshabituamiento del tabaquismo. Sí, el famoso Zyntabac que en el año 2007 se convirtió en la gran esperanza para los fumadores arrepentidos contaba con una buena proporción de Bupropion entre sus activos.
Tendencias de bata verde
No existen los antidepresivos de moda. La doctora Gutiérrez se alarma cuando le preguntamos si el Bupropion es la nueva “panacea feliz”. “Por desgracia, desde la súper campaña de márketing del Prozac, el psicofármarco que tiene el dudoso honor de haber inaugurado la corriente de convertir los medicamentos psiquiátricos en objetos de modas, las tendencias también afectan a la psiquiatría”. La doctora lo asume como algo reprobable, ética y moralmente, e incluso cruel, ya que se juega con las ilusiones de millones de personas. Ningún fármaco da la felicidad. “Un antidepresivo solo puede mejorar el estado de ánimo y ser utilizado como bastón puntual: la felicidad es algo muchísimo más complejo y, además, ¿no existen muchas personas que no están deprimidas y sin embargo tampoco son felices?”, señala.
Ambos pertenecen al grupo de antidepresivos denominados "de segunda generación". Pero su forma de actuación es distinta y cada uno forma parte de una categoría diferente. Lo resume la especialista: “El Bupropion pertenece al grupo de Inhibidores de la Recaptación de Dopamina y Noradrenalina (IRSN) mientras que la Fluoxetina [Prozac] pertenece al de Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina (ISRS). Actúan sobre neurotrasmisores diferentes”.
Pérdida de peso. ¿Efecto secundario o ventaja adicional?
Basta leer la extensa lista de posibles efectos secundarios de cualquier antidepresivo para constatar que la pérdida de peso se encuentra en la mayoría de ellos, tipificada como anorexia o pérdida de apetito. El problema con Bupropion, como alerta la psiquiatra, es que se está vendiendo como ventaja adicional en lugar de como posible efecto secundario.
La química, en este caso, le hace un flaco favor. “El Bupropion es un derivado del dietilpropión, un anorexígeno (inhibidor del apetito) anfetamínico. Pero obviamente, al ser un derivado, sus efectos y potencia de actuación, tanto en este aspecto como en otros, son muy distintos. De hecho, la incidencia de pérdida de apetito en pacientes tratados con Bupropion se produce solo en el 18 % de los casos”, puntualiza la doctora Gutiérrez.
Hay estudios científicos independientes que lo corroboran y que han investigado largo y tendido sobre este efecto tan a menudo asociado a los antidepresivos. Y aunque el Bupropion se vinculó a un menor aumento de peso (que no pérdida) que los antidepresivos tricíclicos, no se observaron diferencias significativas entre los pacientes tratados con Bupropion, ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) y placebo.
El estudio más amplio fue publicado en el año 2005 por la Division of Pharmaceutical Policy and Evaluative Sciences, de la Universidad de Carolina del Norte. Establecía una comparativa sistemática y científica de los resultados de 46 estudios tanto de laboratorios farmacéuticos como de entidades científicas. Entre sus conclusiones se trata el aspecto de la pérdida de peso y afirma que, de entre todos los antidepresivos analizados, la pérdida de peso “es más frecuente con fluoxetina y fluvoxamina, aunque durante el tratamiento a largo plazo, este efecto suele desaparecer”. Sin embargo, como recuerda la psiquiatra, no cita el Bupropion en tema de disminución del apetito, “aunque sí como el que menor ratio de incidencia sobre el descenso del deseo sexual, eyaculación retardada y anorgasmia provoca”.
En todo caso, la doctora Gutiérrez zanja la cuestión señalando que un antidepresivo debe ser prescrito por su idoneidad como tratamiento para la enfermedad en cuestión, la tolerancia del paciente al mismo y su efectividad para cada caso. Nunca sobre la base de si se va a ganar o perder peso o a tener más o menos apetito sexual.
Sin embargo, el riesgo de que se convierta en el nuevo “adelgazante de moda” está ahí. El mercado negro siempre se las apaña para sortear los obstáculos de compra de los “medicamentos con receta”. Y como recuerda la especialista: “La grandísima mayoría de las veces lo que se vende son peligrosas falsificaciones que ni siquiera contienen los principios activos del fármaco original. Por otro lado, consumir un antidepresivo sin padecer depresión puede generar serios efectos adversos, entre ellos desregulaciones de la química cerebral”.
Los últimos datos arrojados por el Ministerio de Sanidad revelan que el consumo de antidepresivos se ha triplicado en España en los últimos 10 años: pasando del 5 % de consumidores del año 2005 al 15 % en 2012. Este año, la OCU ha cifrado en el 29 % el porcentaje de españoles que a lo largo de su vida han tenido que recurrir a antidepresivos o ansiolíticos. Obviamente, no hay datos oficiales de los consumidores voluntarios, que sin prescripción médica y erróneamente creen encontrar en un antidepresivo múltiples beneficios colaterales. En los años 80, con el Prozac, el fenómeno tuvo hasta nombre: efecto a mí plin. Falta por ver si el Bupropion le gana la peliaguda partida.
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